domingo, 22 de noviembre de 2015

Imagen del mes: Puente de Cantillana, en las proximidades de Gévora


Silueta del Puente de Cantillana sobre el río Gévora, salvando las aguas del afluente del Guadiana en el antiguo camino de Cáceres.
Pedanía de Gévora (Badajoz). Siglo XVI (obra del ingeniero Gaspar Méndez, finalizada en 1.535); estilo renacentista.

domingo, 15 de noviembre de 2015

VI Encuentro de Blogueros de Extremadura: "Dos conventos franciscanos en ruinas de La Raya: Madre de Dios y Moncarche"


A comienzos de mes, concretamente el pasado día 1, publicaba en el blog la primera de las dos rutas con que Extremadura: caminos de cultura ha querido colaborar este año en la publicación anual que, con motivo de la celebración del Encuentro de Blogueros de Extremadura, se lleva a cabo reuniendo artículos de diversos autores extremeños o relacionados con la región que potencien los valores naturales y culturales de la Comunidad.

El VI Encuentro de Blogueros de Extremadura rondó sobre una temática muy concreta: "Rutas para descubrir Extremadura". En un primer artículo, este blog quiso dar a conocer el mudéjar pacense en sus torres-fachadas más destacadas. Como segunda aportación, pensó en unir, a través de un detallado sendero, dos conventos franciscanos en ruinas que sobreviven enclavados en La Raya pacense. Sendos cenobios llevan por título de Madre de Dios y de Moncarche, respectivamente, enclavado el primero en las cercanías de Valverde de Leganés, mientras que el segundo se alza en el límite municipal dibujado entre las localidades de Alconchel y Villanueva del Fresno.

Sobre ambos monumentos ya se habló con anterioridad en el blog. A continuación, os dejo con los enlaces que os dirigirán a sendas entradas pasadas, publicando tras ellos la ruta elaborada para que así todos aquellos que no pudisteis acudir al encuentro trujillano, o no hayáis podido hojear la publicación, podáis leer y consultar la misma, en pro del conocimiento y promoción de dos edificios singulares que enriquecen el amplio patrimonio de nuestra región.

- Convento de Madre de Dios, en Valverde de Leganés:


- Convento de la Luz, de Moncarche o de los Jarales, entre Alconchel y Villanueva del Fresno:





DOS CONVENTOS FRANCISCANOS EN RUINAS DE LA RAYA: MADRE DE DIOS Y MONCARCHE

Corría el año de 1.500 cuando fray Juan de Guadalupe, siguiendo los pasos reformistas de su antecesor fray Juan de la Puebla, fundase la conocida como Descalcez dentro de la familia religiosa franciscana, en un deseo de renovación monacal y retorno a la humildad y a la vida eremita inspiradora de su santo capitular, San Francisco de Asís. Englobados en la Custodia del Santo Evangelio, serían cinco los conventos que, nada más nacer la descalcez, serían levantados por el fraile guadalupense, diseminadas íntegramente dentro de las tierras de Extremadura, para acoger a los hermanos franciscanos que desearan, sin salirse de la Orden, abrazar este nuevo rumbo y mundo de contemplación, oración y sacrificio que se les abría con el nuevo siglo. No fueron pocos los que desearon embarcarse en la reforma, pero tampoco sería escaso el número de detractores que, surgiendo de la misma rama de franciscanos observantes de donde había partido la descalcez, no verían de buen grado la escisión, logrando derribar y destruir hasta sus humildes cimientos cuatro de aquellos nuevos cenobios que la recién creada rama había levantado con sus propias manos en diversos puntos de la región. Huyendo de la persecución de sus propios hermanos franciscanos, los frailes gauadalupenses encontrarían refugio en el único convento descalzo que lograría salvarse de la demolición, enclavado en un agreste paraje fronterizo con Portugal donde, según contaba la leyenda, la Virgen María, envuelta en una luz, hablaría al pastor Antonio Muñoz mientras éste fregaba sus útiles en el arroyo cercano al lugar donde sus redes pastaban, advirtiéndole de la existencia de una talla mariana escondida en una pequeña gruta abierta en las faldas de la Sierra de Moncarche, convertida después en capilla y corazón religioso del monasterio de la Luz, o de Moncarche, entre los términos municipales de Alconchel y Villanueva del Fresno.


Arriba y abajo: el convento valverdeño de Madre de Dios se presenta en la actualidad a medio camino entre la ruina y la restauración, pudiendo el visitante deambular por las estancias del antiguo cenobio franciscano, sorprendido por la humildad de su claustro o la belleza restante de la ornamentación de influencia portuguesa que un día decoró iglesia, capilla y camarín mariano.


Calmadas las tensiones y finalizada la persecución hacia los descalzos, en 1.506 quedaría la rama casi extinguida, regresando muchos de sus hermanos a otros conventos del interior regional, permaneciendo el resto en el vecino país luso, donde nuevos monasterios habían ido igualmente levantando. El ideal sostenido por la descalcez no dejaría de ser defendido, sin embargo, por éstos y otros cada vez más frailes contemporáneos, creándose, en 1.514, la Custodia descalza de Extremadura, así como en 1.519 la provincia franciscana de San Gabriel, donde se englobaría. Nuevos hermanos se incorporarían a la obra, entrando por aquellos años en la Orden un joven Juan de Garabito cuyo nombre cambiaría, una vez tomados los hábitos, por del de Pedro de Alcántara, de donde era natural. La defensión de la descalcez del que más tarde sería llevado a los altares, así como nombrado patrón de la región, llevada a cabo desde una vida sumida en la pobreza y la humildad más absoluta, le conduciría a fundar nuevos conventos donde acoger a los cada vez más numerosos hermanos que deseaban volver su vocación religiosa hacia la oración y recogimiento, escogiendo para tal fin enclaves aislados y ligeramente retirados de las poblaciones más cercanas donde, sumidos en plena naturaleza, envueltos en un ambiente de sosiego y concordia con el medio natural, poder conducir sus vidas hacia la meditación y el eremitismo más puro. Sería así cómo, una vez nombrado Ministro provincial, fundase san Pedro en 1.540 un convento a las afueras de Valverde de Leganés, entonces Valverde de Badajoz, sobre una capilla regida por un hermano franciscano que no dudó en cederla ante la solicitud del admirado fraile alcantarino. Tras recibir regalada una imagen oliventina de la Madre de Dios, donada por el entonces residente en Olivenza Obispo de Ceuta, tomaría el convento por nombre el de tal talla, aclamada por los supuestos milagros que la misma concedía.


Arriba y abajo: el embalse de Piedra Aguda (arriba), pantano artificial que recoge las aguas del río Olivenza, antaña frontera fluvial entre España y su vecina lusa, ofrece sus aguas como descanso de infinidad de aves acuáticas, mientras que sus orillas y colinas circundantes sirven de asiento a múltiples variedades y especímenes de orquídeas, como la de los hombrecillos desnudos, las de abeja o la gigante (abajo).


Sufrirían estos conventos rayanos las mismas vicisitudes bélicas que el resto de la región, durante la guerra que los portugueses proclamaran en pro de su independencia del resto de España, tras la anexión que entre ambos países se forjó bajo la figura de Felipe II, deshecha bajo el reinado de su nieto. Sin embargo, y tras ser sometidas estas casas a intensas reformas y mejoras en el siglo XVIII, su fin definitivo no vendría hasta alcanzado el siglo XIX, una vez firmados tanto los decretos de exclaustración, como el de desamortización, por el que llegase a Presidente de Ministros, Juan Álvarez de Mendizábal, durante la minoría de edad de Isabel II, cayendo los edificios en abandono, olvido y progresiva ruina que permitirían la decadencia arquitectónica más plena de sendos monumentos, llegando así a nuestros días.

La ruta que proponemos pretende acercarnos a estos dos históricos edificios enclavados en La Raya entre Extremadura y Portugal, para poder conocer y recorrer in situ no sólo algunas de las contrucciones franciscanas descalzas más significativas, sino además andar y deambular por los parajes naturales sobre los que se asentaron, y que aún hoy en día siguen ofreciendo la calma y los valores medioambientales perseguidos por los frailes que deseaban encontrar el recogimiento inspirados por la grandeza de la obra divina que resaltaba la pequeñez del ser humano. Recorreremos lo que antaño fuese puesto fronterizo entre España y la lusa localidad oliventina, cuya línea divisoria, marcada por el río Olivenza, engloba actualmente las aguas del embalse de Piedra Aguda. De camino al convento de la Luz o de los Jarales, pasearemos por dehesas de encinares sin fin de cuyos ejemplares arbóreos se nutren las lomas de la Sierra de Moncarche, mediterráneo bosque interminable cuyos límites desembocan en la vega del río Guadiana.

El trayecto, a poder realizar en vehículo o bicicleta, cubre los 50 kms de separación entre sendos edificios conventuales, pudiendo iniciar el viaje por cualquiera de sus extremos, distanciadas sus poblaciones más cercanas, en el caso de Valverde de Leganés, por 24 kms de Badajoz, a recorrer por la carretera EX-310, que serían 45 kms entre la capital provincial y Alconchel, vía EX-107.


Arriba y abajo: junto a la vega del arroyo de Friegamuñoz, sobre su orilla derecha, el convento de Moncarche, también conocido como de la Luz o de los Jarales, se erigió sobre bancales que salvaran el desnivel térreo junto a una pequeña gruta natural relacionada legendariamente con una aparición mariana, restando en la actualidad y tras su abandono vestigios de dependencias monacales como el refectorio o el templo (abajo), mientras que sobre el curso fluvial se mantiene en pie el puente que unía antaño Alconchel con Villanueva del Fresno, así como parte del acueducto que, erigido sobre la anterior obra de ingeniería, trayese agua al cenobio (arriba).


Abajo: el convento de la Luz o de Moncarche recibe también el nombre de los Jarales por quedar enclavado dentro de la finca homónima, hacienda inmiscuida en plena dehesa extremeña, en un confín paisajístico de interminables encinares y suaves colinas que deleitarán la vista del visitante.


Saliendo de Valverde de Leganés en dirección a Olivenza, unida a ésta por 12 kms a circular por la carretera EX-105, veremos un camino que, en el margen izquierdo, se adentra entre fincas y cultivos a la misma altura que una industria carbonífera, en el margen derecho, despide la población. Este sendero térreo, cuya línea en recto conduce hacia las orillas del embalse de Piedra Aguda, ofrece un único desvío a nuestra zurda y zona meridional, pudiendo observar, frente a nosotros, la silueta del convento franciscano valverdeño, entre ruina y modesta restauración llevada a cabo para frenar el deterioro de su arquitectura. Nos esperan, en la parte baja de la zona conventual, erigida al sur del conjunto, lo que fuesen refectorio y cocinas, bodegas y almacenes, englobados alrededor de un claustro cuadrangular sobre cuyos ventanales superiores aún puede leerse la epigrafía que rememora las obras de remodelación llevadas a cabo en el edificio durante el siglo XVIII. Reestructuración que afectó notablemente a la iglesia, de única nave, triple tramo, crucero y planta de cruz latina, donde nos aguardan, además de sus altas bóvedas de crucería, los restos de la ornamentación que cubrió sus capillas, así como la decoración que dio forma a su retablo camarín de marcado gusto portugués, a cuya pieza trasera podremos acceder para, bajo su cúpula, poder observar los retazos del complejo de frescos que decoraron el sacro lugar.

Deshaciendo nuestros pasos podremos volver a la vía que lleva a la vecina Olivenza a la altura del caserío valverdeño, siendo también posible, y muy complementario, alcanzar dicha carretera retomando y continuando por el camino del que nos desviamos hacia el cenobio, que alcanza y rodea, hasta llegar a su presa, el pantano que riega los contornos. El embalse de Piedra Aguda se ofrece no sólo como un paraje idóneo para la observación de anátidas y otras aves acuáticas. Sus orillas y colinas de encinares circundantes son, ante todo, terreno más que apto para la floración de los géneros más comunes de orquídeas dadas en Extremadura, destacando entre aquéllas que en primavera embellecen estos campos diversas especies de entre las conocidas como orquídeas abejas (Ophrys scolopax, etc), la de los hombrecillos desnudos (Orchis italica), o la orquídea gigante (Barlia robertiana).




Superada y atravesada la presa del embalse, nos dirigiremos hacia Olivenza donde, además de poder descansar, repostar o degustar la gastronomía de la región, existe la opción de perdernos entre sus encaladas calles del casco antiguo, descubriendo los vestigios de su castillo, de su amurallamiento abaluartado, así como sus valiosos ejemplos de arquitectura civil y religiosa de estilo manuelino y trazado luso, que rememoran el pasado y la historia de la localidad. Encauzados hacia el Sur por la carretera EX-107, alcanzaremos Alconchel tras recorrer 19 kms y pasar junto al castillo de Miraflores, auténtico bastión defensivo de la población. Atravesando la localidad, tomaremos el desvío que, por la carretera EX-314 lleva hasta la fronteriza Cheles. Seis kms después, una senda conocida como la Ruta de los Jarales se nos abre a nuestra izquierda, adentrándonos entre campos y heredades hacia la dehesa y finca homónima al camino, en cuyo interior se ubica, tras 8 kms de sendero, el monumento. Habrá que conducir continuamente en línea recta no cambiando nuestro rumbo hasta que, 5 kms después de haber comenzado el trayecto térreo, tomar el desvío que, a la izquierda y hacia el Sur, surge de un cruce de tres opciones. Ya sólo serán 3 kms lo que nos falten por andar, sobrepasando para ello la verja de cierre de la finca de Los Jarales. El convento de la Luz nos espera a orillas del arroyo de Friegamuñoz, en un enclave natural que nos hará olvidar nuestra conexión con lo mundanal y nos invitará, mientras cruzamos puente, nos colamos entre los arcos del acueducto que nutría de agua el monasterio, curioseamos entre los restos de dependencias sostenidas por bancales, o nos adentramos en la cueva que sirvió de capilla, a respirar naturaleza, a deleitar nuestra vista con la limpieza de las encinas, y a endulzar nuestros oídos con el rumor de las aguas de la rivera, envueltos en el mismo silencio que los frailes cultivaron, sólo roto por las lejanas ganaderías que, en calma, pastan en la lejanía de Moncarche.




sábado, 7 de noviembre de 2015

Joyas de las artes plásticas de Extremadura: Cristo crucificado de Zurbarán, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada de Llerena


Cuando hay que vincular la figura de Francisco de Zurbarán con alguna localidad extremeña, la casi totalidad de las veces se hace mencionando la pacense villa de Fuente de Cantos. En otras ocasiones se mira hacia Guadalupe y admiramos la considerada más bella sacristía de España, donde cuelgan en su marco original algunas de las mejores obras del artista. Sin embargo, existe otra población extremeña que en vida del artista jugó un papel fundamental no sólo en lo personal sino también en lo artístico. Esa sería Llerena.

Francisco de Zurbarán Salazar Márquez sería bautizado en la parroquia de su villa natal, la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada de Fuente de Cantos, el 7 de noviembre de 1.598, fecha de la que nos separan justamente hoy cuatrocientos diecisiete años. Su nacimiento posiblemente ocurriría, sino el mismo día de toma del Sacramento bautismal, el día anterior o, a lo sumo, dos días antes del acto religioso. La considerada tradicionalmente como casa natal del pintor, musealizada hoy en día, fue al parecer no el hogar familiar, sino el inmueble al que acudían las parturientas del municipio por aquel entonces, y al que se dirigiría Isabel Márquez para dar a luz a Francisco. Esta particularidad sería la que conduciría antaño a denominar la vía donde se ubica tal inmueble, actualmente calle de las Águilas, como de las Barrigas. Su padre, Luis de Zurbarán, tendero de origen vasco asentado en la región desde 1.582, casó en 1.588 con la extremeña Isabel, convirtiendo definitivamente Extremadura como su hogar y adquiriendo en la villa fuentecanteña diversos inmuebles dedicados al negocio, entre los que no faltaría la casa que hiciera de vivienda del matrimonio y su prole ubicada, al parecer, en las inmediaciones de la plaza principal de la localidad, hoy conocida como Plaza de la Constitución. Fuente de Cantos sería para Francisco de Zurbarán no sólo su cuna, sino también el lugar donde viviría su infancia y primeros años de adolescencia hasta que, en 1.613, su padre permitiera al joven quinceañero residir en Sevilla, dada cuenta de las dotes artísticas del muchacho, para entrar a cursar en el taller del pintor Pedro Díaz de Villanueva. Desde 1.614 hasta 1.617 Zurbarán se formaría en las Bellas Artes aleccionadas desde los diversos talleres y escuelas con que contaba la populosa urbe andaluza, conociendo durante su estancia hispalense a los mejores maestros del momento y coincidiendo en aulas y círculos artísticos con otros estudiantes que, como él, terminarían despuntando en el panorama artístico nacional e internacional, como serían su amigo Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, y Alonso Cano Almansa.


Arriba: datado en 1.636, durante la época dorada del pintor extremeño, el conocido como Cristo de Llerena formaría parte de un desaparecido retablo encargado al artista fuentecanteño para ser colocado en el altar mayor de la llerenense Iglesia de Nuestra Señora de la Granada, templo donde aún se conserva la obra, recuerdo del paso de Zurbarán por la ciudad que fuera sede de su primer taller independiente.

Finalizada su etapa de formación, Francisco de Zurbarán regresaría a Extremadura asentándose en la localidad de Llerena, el municipio más relevante en lo social y cultural por aquel entonces de entre los enclavados en el sur de la región. Es éste el comienzo no sólo de la primera de las tres etapas en que la mayoría de críticos dividirían su trayectoria artística, sino también el principio de una biografía más detallada, que parte de su matrimonio con María Páez en 1.617, al que seguiría, tras quedarse viudo de ésta entre 1.623 y 1.624, el vínculo matrimonial celebrado con la llerenense de familia acaudalada Beatriz de Morales, en 1.625. Once años serán los que transcurran residiendo Francisco en el municipio sureño pacense, sede del que fuera su primer estudio. De allí saldrían los tempranos lienzos de una carrera independiente con los que cumplir con sus primeros encargos, pictóricos y religiosos en su mayoría, pero entre los que no faltarían solicitudes escultóricas y peticiones civiles o seculares, tales como la fuente pública que, por encargo del concejo de la localidad emitido en 1.618, sería diseñada por Zurbarán y ubicada en la Plaza Mayor de Llerena, hoy Plaza de España, transformada con el tiempo y enclavada frente a la que fuera residencia del artista tras sus nupcias con Beatriz, que aportó el céntrico inmueble sobre arcadas soportales como dote matrimonial.

Los mayoría de los lienzos zurbaranescos salidos del taller del pintor durante la etapa llerenense del artista no lograrían superar el paso del tiempo, desapareciendo prácticamente en su totalidad aquellos encargos sufragados desde poblaciones cercanas que, antes de celebrarse los dos siglos trascurridos desde su realización, sufrirían el tránsito de las tropas napoleónicas por la provincia en plena Guerra de la Independencia. Las obras de Zurbarán serían al parecer sometidas a actos vandálicos o, inclusive, un expolio que retiraría los lienzos a otros confines de Europa donde, poco a poco, serían olvidados hasta perderse la información sobre su paradero. Municipios como Montemolín, su pedanía Pallares, Villagarcía de la Torre, o inclusive su natal Fuente de Cantos, contaban con cuadros y retablos encomendados al artista durante su etapa inicial. Mejor suerte correrían, por el contrario, los requerimientos artísticos remitidos desde Sevilla a partir de 1.626, solicitándose desde diversos conventos y centros religiosos otro cúmulo de obras con las que enriquecer templos y cenobios de la bulliciosa y próspera urbe, donde muchos de ellos aún se conservan colgados, fundamentalmente, de las paredes del Museo de Bellas Artes de la ciudad del Betis. Desde el Convento de San Pablo el Real, el Colegio de San Buenaventura, la Casa Grande de la Merced (Convento de la Merced Calzada) o inclusive y según últimos estudios la Cartuja de Santa María de las Cuevas, se multiplican los encargos hasta tal punto que el ya afamado artista recibiría del propio consistorio de la Ciudad la insólita invitación a residir en la metrópoli, trasladando allí su taller. Francisco de Zurbarán aceptará y, definitivamente en 1.629, se mudará junto a familia y empleados a la localidad andaluza, dando comienzo su segundo ciclo artístico o etapa dorada, considerada la de mayor calidad en sus obras y la par la más prolífica y fecunda en cuanto al número de las mismas.


Arriba: cubierto con paño de pureza, realizado bajo la afamada cuidadosa labor pictórica zurbaranesca  a la hora de representar telas y ropajes, la figura del crucificado llerenense se englobaría en una de las dos versiones que sobre Cristo en la cruz explotaría Zurbarán, con Cristo ya fallecido mostrado en una desnudez de correcta anatomía cuyo cuerpo apenas delata los sufrimientos del martirio, siguiendo las bases dictaminadas por la Contrarreforma católica que dictaban la representación de Jesús casi inmaculado a la hora de su defunción.


Quiso el concejo sevillano a la hora de elaborar el informe convertido en invitación con la que ofrecer vecindad a Francisco de Zurbarán, enumerar una serie de razones que no eran otras sino las aclamadas obras recibidas previo encargo en la ciudad. Los elogios hacia las últimas obras salidas del taller del pintor extremeño durante su estancia en Llerena se centrarían fundamentalmente en un Cristo crucificado sumado al generoso encargo efectuado desde el Convento de San Pablo el Real, exitoso conjunto que abriría al artista extremeño las puertas del mecenazgo sevillano. Conservado actualmente en Chicago (USA), la calidad del lienzo fechado en 1.627 haría del trabajo la que es posiblemente obra culmen de la etapa inicial del artista extremeño, instaurando inclusive las primeras directrices compositivas y pictóricas bajo las cuales elaborar una larga lista de crucificados cuya segunda versión, datada en similar fecha y descubierta en los fondos del museo de Sevilla, ofrecería el segundo estilo zurbaranesco a la hora de representar el martirio final del Hijo de Dios, con un Jesús vivo y de mirada agonizante, que mira en este caso al espectador para más tarde dirigir su mirada hacia el Creador, frente al ya inerte, con cabeza caída apoyada sobre el hombro diestro, del crucificado inicial. Mantendrían sendas versiones, sin embargo, unos patrones similares basados en la regla que sobre la representación de Cristo en la cruz defendería el pintor y tratadista de arte andaluz Francisco Pacheco a través de su Cristo crucificado de 1.614, así como en su obra El arte de la pintura, publicada póstumamente en 1.649, influyendo no sólo en sus alumnos, sino en prácticamente la mayoría de obras que de crucificados se realizarían a lo largo del Barroco español, tales como los Cristos crucificados de Velázquez o Goya. Según las directrices de Pacheco, el condenado no sería unido a los maderos por tres clavos, con una única punta férrea atravesando los dos pies de una vez. Por el contrario, sendos pies, asentados en un supedáneo o taco de madera, serían atravesados por una pieza metálica cada uno. El cuerpo de Cristo, bajo una cartela o tablilla donde se inscribiría su nombre y pecado, conocido como título, en las lenguas hebrea, griega y latina, se mostraría sobre una cuidada anatomía donde la carne no reflejaría, salvo escasas heridas, las múltiples torturas sufridas durante los previos capítulos de la Pasión, siguiendo las normas surgidas a partir del Concilio de Trento y Contrarreforma católica sobre la manera de mostrar pictóricamente la muerte de Jesús, lejana significativamente a la teatralidad y expresividad de otras representaciones religiosas barrocas para centrarse exclusivamente en la perfección de la figura del Hijo de Dios, semiinmaculada clavada en su mortal emplazamiento.


Arriba: Francisco Pacheco del Río, pintor andaluz y tratadista de arte de gran influencia en la escuela barroca sevillana, propuso a través de su Cristo crucificado de 1.614 la tendencia pictórica a retratar a Cristo clavado no por tres, sino por cuatro clavos en la cruz, apoyados los pies sobre un supedáneo en un estilo que repetirían artistas como Zurbarán o Velázquez, así como otros muchos pintores del Barroco español, como Francisco de Goya.


Francisco de Zurbarán sumaría a sus Cristos crucificados su perfección, aclamada por la crítica, en cuanto a la elaboración de ropajes, paños de pureza o perizonium en esta particular iconografía. El fondo oscuro, prácticamente inexistente, serviría para centrar la atención del espectador hacia la imagen penitente o finada del Hijo de Dios, engarzando a su vez con la tendencia inicial del artista hacia el tenebrismo conseguido en base al claroscuro caravaggista aprendido en sus estudios en Sevilla, que no dejaría de impregnar la generalidad de sus obras y que sólo a partir de su segunda etapa, influenciado por nuevas tendencias pictóricas europeas, se abriese a los tonos y fondos más coloridos que envuelven principalmente a sus Inmaculadas, sin que lograse mitificar de la oscuridad a sus crucificados. A los de su etapa inicial llerenense seguirían los Cristos moribundos y apelantes de 1.630 conservados en el Museo Thyssen-Bornemizsa de Madrid, o en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Cristos muertos en la cruz serían los creados en 1.635 expuestos en el museo sevillano o en el de Bellas Artes de Asturias, al que habría que sumar el Cristo muerto con donante de 1.640, guardado en el madrileño Museo del Prado. A esta colección de cristos fallecidos habría que sumar además el fechado entre 1.636 y 1.641 conocido popularmente como Cristo de Llerena.

Aunque la ciudad de Llerena ya contaba con un lienzo, actualmente desaparecido, ejecutado por Zurbarán durante sus inicios llerenenses, encargado por el consistorio en 1.618 para ser instalado sobre la puerta de Villagarcía de la muralla del municipio, donde quedase retratada la Madre de Dios, posiblemente en su advocación patronal como Virgen de la Granada, el auténtico legado que el artista extremeño otorgase al que fuese su antaño lugar de morada sería el retablo encargado para ornamentar el altar mayor de la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada. Bajo contrato fechado en 1.636, se quiso contar con Zurbarán para ejecutar un retablo centrado en la figura del apostol Santiago, patrono de la Orden bajo la cual aún permanecía influenciada la ciudad. Zurbarán pondría como condición el poder contar como escultor retabilístico y ensamblador a su amigo el sevillano Jerónimo Velázquez, al parecer familiar o allegado cercano del que hubiera sido su inicial tutor en el mundo de las artes, Pedro Díaz de Villanueva, a su llegada primera a Sevilla. El 23 de diciembre de 1.646, diez años después, se daría por terminado y puesta en su lugar definitivamente la obra, cuyo diseño, conjunto iconográfico completo y colocación de los lienzos, tablas y posibles esculturas o imágenes asociadas al mismo se desconoce, víctima el retablo de una sustitución acaecida bajo ignorados motivos  ejecutada en el siglo XVIII que conllevaría no sólo el desmontado de la creación zurbaranesca, sino la paulatina desaparición de los trabajos que compondrían la misma. No sería hasta la llegada del siglo XX cuando fuera vinculado con el retablo zurbaranesco llerenense el Martirio de Santiago aparecido en Francia y traído posteriormente a España, pasando de manos coleccionistas de Barcelona a los fondos del Museo del Prado, donde se custodia desde 1.988. La Virgen de las Nubes, óleo sobre lienzo de 1,86 mts. de largo y 1,03 mts. de anchura, así como el Cristo bendiciendo, pintado sobre la que parece fuese la puerta de cierre de un sagrario, serían identificados igualmente como piezas de tal retablo, restaurados durante la segunda mitad del pasado siglo y expuestos desde entonces en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, rescatados de la parroquia donde permanecían semiolvidados colgados en el muro del evangelio de la iglesia patronal llerenense. Entre el resto de obras no conservadas del retablo pudiera haber estado, según algunos estudiosos, una Huida a Egipto, defendida la idea por aquellos críticos que suponen la presencia de escenas marianas en el conjunto.
 

Arriba y abajo: tras desmontar por razones ignoradas el retablo de Zurbarán del cabecero del templo patronal llerenense en pleno siglo XVIII, la tabla de Cristo crucificado que coronaba al parecer el mismo fue recortada para poder ubicarse entre las molduras de cierre superior del retablo de San Pedro ubicado en lado del evangelio del monumento, recuperado de tal enclave a finales del siglo XX para ser restaurado y expuesto, tal y como se presenta en la actualidad, en la Capilla de los Zapata o de San Juan Bautista, abierta en el muro de la epístola de dicha iglesia bajo factura gótico-renacentista, en cuyo exterior (abajo) destaca por su tracería, pináculos y espadaña propia que se remontan a los primeros años de construcción de la parroquia.


Sobre el conocido como retablo de San Pedro, en el muro del evangelio, colgaba un Cristo crucificado cuya autoría quedaba en debate. La pintura, realizada sobre tabla, había sido recortada para poder ser instalada entre volutas y moldes en el coronamiento del barroco retablo del siglo XVIII. Sería el afamado Profesor M. Soria quien no sólo otorgase definitivamente a Zurbarán en 1.945 la firma de la obra, sino que incluiría la representación del crucificado como parte fundamental de aquel desaparecido retablo que antaño ocupó el cabecero del templo. El Cristo crucificado de Llerena, o más conocido sencillamente como Cristo de Llerena, sería pintado sobre una tabla de 1,50 mts. de largo y 0,75 mts. de anchura. Cristo, ya fallecido, permanece clavado en la cruz con la cabeza caída ligeramente apoyada sobre su hombro derecho, siguiendo claramente la tendencia pictórica del maestro extremeño a la hora de representar al Hijo de Dios tras su óbito. La obra es casi calco de la conservada en Sevilla datada en 1.635, pero también del Cristo que centra la obra "Cristo con donante", del Prado. Las directrices generales de los fallecidos crucificados zurbaranescos se repiten nuevamente en la obra de 1.636, introduciéndose sin embargo una pequeña variación apreciada en la cartela que corona la figura del cadáver. Saltándose los consejos de Pacheco, Zurbarán no ofrece esta vez el título en las tres lenguas tradicionales sino sólo en latín, pudiendo leerse en caracteres mayúsculos "IESVS NAZARENVS REX IODEORVM".

El Cristo de Llerena sufriría el incendio que asolaría el principal templo llerenense el 5 de agosto de 1.936, durante la toma de la ciudad por las columnas nacionalistas a comienzos de la contienda bélica que sufriría y dividiría España entre 1.936 y 1.939. Restaurado en el madrileño taller Tekne, la obra, retirada del retablo de San Pedro, cuelga actualmente dentro de la capilla gótico-renacentista de los Zapata o de San Juan Bautista. Reintegrada en un marco rectangular que nos hace imaginar cómo sería la pintura en años previos a su amputación, el Cristo de Llerena se presenta no sólo como una de las grandes joyas con que cuenta la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, sino además como todo un tesoro que enriquece el patrimonio de la localidad y que permite conservar plásticamente el recuerdo del paso de uno de los grandes artistas de nuestro país por la localidad, municipio que recorrió durante años el pintor extremeño, del que se sabe conservó grandes recuerdos y guardó con cariño en su memoria por haber sido sede de su primer taller, templo de celebración de sus primeros matrimonios, cuna de sus primeros hijos y, en definitiva, enclave indiscutible dentro de su biografía. Zurbarán no hubiera sido el mismo sin haber residido en Llerena, y Llerena no sería la misma si no hubiera pasado por ella el extremeño universal.



Arriba: con motivo del cuarto centenario del nacimiento del pintor extremeño, Llerena quiso dedicar un monumento escultórico, ejecutado por Martín Chaparro, al artista que hizo de la ciudad su hogar y taller durante once años, residiendo entre otros enclaves al parecer sobre los soportales a los que mira la estatua y que encuadran la Plaza de España en su lateral oriental, viviendas donadas al matrimonio por la segunda esposa de Zurbarán, Beatriz de Morales, y bajo las cuales se conserva la fuente cuyas trazas fueron diseñadas por el artista, bajo encargo del consistorio llerenense en 1.618.

Abajo: además del Cristo de Llerena y las otras dos obras pertenecientes al retablo llerenense conservadas en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, nunca sin olvidar la incalculable obra que del pintor puede admirarse en el interior del Monasterio guadalupense, existe en Extremadura otro conjunto zurbaranesco expuesto dentro de la Iglesia de la Candelaria de Zafra, formando parte del conocido como Retablo de Nuestra Señora de los Remedios, encargado en 1.644 por el hidalgo local y corregidor Alonso de Salas Parra para ornamentar los sepulcros suyo y de su esposa, realizando para ello Francisco de Zurbarán una serie iconográfica que quedaría centrada por la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso, enmarcada entre un San Miguel y un San Nicolás de Tolentino, y coronada por la Sagrada Familia o Doble Trinidad, mientras que en el cuerpo inferior del retablo, enmarcando una imagen escultórica, figurarían San Juan Bautista en la calle izquierda, y San Jerónimo penitente en el lado contrario, todo ello sustentado por una pedrela donde dos pequeñas obras sobre San Andrés y San Bernabé quedan custodiadas por los retratos de los mecenas, atribuyéndose el busto masculino a Zurbarán, pero no el de la esposa de Alonso de Salas, Jerónima de Aguilar, pintado al parecer por un seguidor de Pacheco.









 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: La ermita de los réprobos, de El lince con botas 3.0, ya en la web de Canal Extremadura


Si hace varios días este blog tenía el honor de anunciar la cercana emisión en antena del reportaje "La ermita de los réprobos", realizado por Libre Producciones para Canal Extremadura, englobado en la serie El lince con botas 3.0, hoy podemos comunicar la edición del trabajo dentro de la web del canal de televisión pública extremeña. Para poder acceder a él, basta con dirigirnos a la pestaña "A la carta", eligiendo dentro de los programas de TV la serie señalada. El enlace al reportaje lo encontraréis igualmente bajo estas líneas, deseando que disfrutéis con tan magnífica labor de promoción e ilustración sobre tan abandonado monumento. 

Desde Extremadura: caminos de cultura agradecemos enormemente a Libre Producciones haber querido contar con este blog para la realización de tan fabuloso trabajo sobre la Ermita del Santo Cristo de Talaván, con el que poder sumar un pequeño grano de arena más en pro de la salvaguarda de este tesoro que suma gran valor al incalculable patrimonio histórico-artístico de Extremadura.


(Actualizado en abril de 2.020)



domingo, 1 de noviembre de 2015

VI Encuentro de Blogueros de Extremadura: "El mudéjar pacense en sus torres-fachada más destacadas"


El pasado día 24 de octubre tuvo lugar en el Convento de la Coria de Trujillo, sede de la Fundación Xavier de Salas, la celebración del VI Encuentro de Blogueros de Extremadura. En esta ocasión, la temática sobre la que versaba la jornada era "Rutas para descubrir Extremadura".

Un año más finalizó el evento con la presentación de un libro repleto de artículos, rutas para ser más exactos, elaboradas mayoritariamente por blogueros extremeños, o bien relacionados con la región o asentados en Extremadura, que han querido dar a conocer a través de infinidad de circuitos dibujados dentro de la geografía regional, el inmenso y rico patrimonio natural, histórico, artístico y cultural de nuestra Comunidad. Extremadura: caminos de cultura quiso sumarse a la publicación, elaborando dos rutas con las que poder conocer mejor dos aspectos muy concretos de la región. La primera lleva por título "El mudéjar pacense en sus torres-fachada más destacadas". El segundo, por su parte, está dedicado a "Dos conventos franciscanos en ruinas de La Raya: Madre de Dios y Moncarche".

Para todos aquellos que no pudisteis acudir al evento ni contáis con un ejemplar de la nueva publicación, os dejo a continuación la primera de las rutas, publicando la segunda en semanas próximas, para que así también vosotros, visitantes y seguidores del blog, podáis conocer mejor nuestra región, en esta ocasión a través del mudéjar pacense en sus torres-fachada. Espero que os guste.



 EL MUDÉJAR PACENSE EN SUS TORRES-FACHADA MÁS DESTACADAS

Cuando, a partir de 1.609, se decreta la expulsión de los moriscos de las tierras de España, no todos los descendientes de musulmanes andalusíes fueron, al contrario de lo que la cultura popular indica, exiliados del país. La expulsión, dividida en cuatro fases temporales que intentaban hacer más fácil la deportación previniendo una posible resistencia, enfocadas hacia los diversos grupos moriscos asentados en desigual porcentaje en los diferentes reinos, regiones y localidades del país, eximía a los niños menores de cuatro años y sus ascendientes, a los menores de seis y a ambos padres, en caso de ser hijos de cristiano viejo y morisca, así como a las familias cuya sincera conversión pudiera ser demostrada. A esto habría que sumar el arropo hacia múltiples moriscos que, residiendo en poblaciones de escasa identidad musulmana, eran respetados por vecinos y concejos, incluso por eclesiásticos relevantes, que al no ver peligro religioso en ellos y sí un menoscabo en la economía local con su partida, hicieron caso omiso de los decretos de expulsión y de sus continuas prórrogas, hasta que, consciente el gobierno de lo inútil que sería seguir exigiendo el cumplimiento total del proyecto, daría en 1.614 por finalizada la obra.

Sin embargo, sí hubo algo que sufrió un revés irreversible en la España del momento. Si bien el programa de expulsión morisca no logró deportar a toda la población de origen musulmán, sí se logró el fin definitivo de la práctica y uso de directrices islámicas, afectando no sólo a leyes, ritos y costumbres, sino inclusive a una tendencia artística considerada plenamente ibérica y nacida, siglos atrás, fruto de la convivencia pacífica que musulmanes y cristianos supieron forjar bebiendo del saber andalusí bajo el mandato de los reyes cristianos. El bautizado como arte mudéjar, caracterizado por ser herencia del arte hispano-musulmán al servicio del mundo cristiano, quedaría extinguido con la supresión total y absoluta del ejercicio de toda herencia cultural islámica. Afortunadamente, durante los varios siglos previos en que los alarifes y albañiles mudéjares y moriscos estuvieron en activo, supieron éstos embellecer y enriquecer pueblos y ciudades a lo largo y ancho de toda Castilla y Aragón, Portugal en menor medida, requeridos por nobles y monarcas, religiosos y laicos, admiradores de su arte y de sus inconfundibles construcciones que quedarían englobadas en famosas escuelas y focos como la toledana, con ejemplos formidables en Toledo o Guadalupe, la aragonesa, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, o la andaluza, con el palacio de Pedro I en el Alcázar sevillano como muestra capital.


Arriba y abajo:  destacan dentro de Tierra de Barros las mudéjares torres-fachada de las parroquias de Santa María de Gracia, en Palomas (arriba), y de Santa Olalla, en Puebla de la Reina (abajo), erigidas siguiendo los cánones más característicos del mudéjar pacense, exultante en una generosa decoración a base de arcos polilobulados, frisos cerámicos, series de arquillos ciegos y almenas de grada, que hacen de este par de torres-fachada hermanas dos de los ejemplos más hermosos de la región.

  
Extremadura no quedaría exenta de la influencia artística de los mudéjares, y a Guadalupe habría que sumar un destacado número de relevantes obras religiosas, como el ábside románico-mudéjar de Galisteo, la ermita del Salor en Torrequemada o el Convento de Tentudía en Calera de León, un sinfín de ricos artesonados en palacios y parroquias, o humildes casas de arcos de ladrillo y ventanas geminadas, como las enclavadas en los casos antiguos de Cáceres o de Badajoz. Sin embargo, despuntarían en la región los artesanos y arquitectos mudéjares y moriscos del centro y sur de la provincia de Badajoz, tierra que, cercana a Andalucía, acogería a un mayor número de herederos islámicos frente a una más castellana Alta Extremadura, con Hornachos como núcleo capital, e importantes comunidades en Benquerencia o Magacela, vigiladas de cerca por el Tribunal inquisitorial asentado en Llerena. El mudéjar extremeño bebería del toledano y del andaluz, pero, a su vez, en su desarrollo y madurez ofrecería características y soluciones propias que desembocarían en una peculiaridad arquitectónica particular y ampliamente compartida entre las parroquias pacenses sobre las que se vertió este estilo entre los siglos XV y XVI, conjugado muchas veces con el gótico tardío: las torres-fachada.

Desde Alange hasta Llerena, de La Morera hasta Casas de Don Pedro, las torres-fachada se expandieron principalmente a lo largo y ancho de la mitad oriental de la actual provincia de Badajoz, con aglomeración de ellas en comarcas como Tierra de Barros o la Campiña Sur. Sobre los pies de los templos parroquiales y de los edificios religiosos principales, se erigían campanarios en elevados torreones que simulaban proteger la puerta, habitualmente bajo arco conopial o directrices propias del gótico isabelino, abierta para entrada de los fieles al interior del santuario, al cual y desde ellas habían sido llamados los mismos a fin de celebrar los oficios religiosos que iban a tener lugar en su interior. El ladrillo, ayudado de la mampostería sin que faltase el sillar, sostenía obras donde un generoso número de ventanales miraban al exterior desde sus cuerpos superiores, coronados con ornamentales almenas de grada, decorados en pisos más bajos con azulejería, arquerías ciegas y dibujos geométricos en relieves de claro sabor exótico y gusto musulmán sometidos a la más básica labor eclesiástica católica, en una hibridez artística heredada de una convivencia medieval que supo perdurar tardíamente entre el pueblo español en general, y extremeño en particular, en una simbiosis que, si bien declara el sometimiento de una cultura a otra, también demuestra la admiración hacia el saber de la minoría, mostrándonos las bases de nuestra historia y de nuestra cultura.



Arriba y abajo:  cercana a Palomas y Puebla de la Reina se ubica la localidad de Hornachos, conocida antaño como el pueblo de los moriscos por el altísimo porcentaje que de éstos vivían en el municipio, origen muy posible de la mayoría de alarifes y albañiles que con sus manos construyeron las torres-fachada cercanas según el arte heredado de sus antecesores, de los que recibieron también el enclave donde nacieron, construido en plena sierra homónima a la población, rica en fuentes y cultivos y apta para la observación del gran número de aves que anidan entre sus roquedos.


Abajo: Hinojosa del Valle, a camino entre Hornachos y Zafra, conserva una torre-fachada mudéjar en su parroquia de la Asunción, recortada en altura a raíz de un terremoto, luciendo una austeridad que la acerca morfológicamente a sus hermanas de Fuente del Maestre y Puebla de Sancho Pérez.


  
La ruta que ofrecemos, a realizar en vehículo y a llevar a cabo durante dos jornadas completas, bien consecutivas o salteadas en el tiempo, intentará acercarnos al mudéjar pacense a través de sus torres-fachada más destacadas, acercándonos a once de los más de quince ejemplos que de las mismas sobreviven en nuestra región, recorriendo para ello amplias zonas de las comarcas de Tierra de Barros, Zafra-Río Bodión y Campiña Sur, atravesando en nuestro viaje parajes de inconfundible sabor extremeño cuyos paisajes podemos disfrutar hoy en día bajo horizontes muy semejantes a los que pudieron vislumbrar los mudéjares y moriscos que tuvieron en nuestra región su lugar de nacimiento y hogar, residiendo en apacibles zonas de riqueza acuífera, como la Sierra Grande de Hornachos, o llanuras donde la dehesa desemboca en inmensos campos de olivares y cereales, regados por incesantes regatos nacidos a los pies de las estribaciones norteñas de Sierra Morena, junto a Reina y Fuente del Arco.

Comenzará nuestro viaje y primera jornada en la localidad de Palomas, por ser ésta de las varias que vamos a visitar la más cercana al centro regional, así como a la capital regional o inclusive núcleos destacados como Almendralejo. Palomas queda unida a la ciudad del vino a través de la carretera regional EX-212, de la que dista 27 kms. La silueta de su alta torre-fachada sobresaliendo de entre el caserío nos dará la bienvenida ya desde la distancia, antojándosenos parecerse más un alminar que el campanario cristiano de la iglesia de Santa María de Gracia. Sus cuerpos reúnen las características arquitectónicas y decorativas propias del mudéjar pacense, ofreciéndose, junto a la cercana torre-fachada de Puebla de la Reina, con la que comparte dimensiones, directrices y ornamentación, como dos de las torres-fachada mudéjares más puras, elaboradas y hermosas de aquéllas con que cuenta Badajoz, donde los arcos conopiales y las arquivoltas de ladrillo que marcan sus portadas, son custodiadas por pilastras cilíndricas laterales que, en su elevación, se acercan a los arcos polilobulados que conforman los vanos de la torre, ciegos en el cuerpo medio y abiertos en el superior. A Puebla de la Reina y su Parroquia de Santa Olalla se llegará desde Palomas siguiendo el trazado de la carretera regional EX-210, con apenas 5 kms de separación.


Arriba y abajo: Fuente del Maestre y Puebla de Sancho Pérez, enclavadas ambas en las proximidades de Zafra, comparten la característica de lucir torres-fachada en sus parroquias respectivas, de un solo cuerpo de campanas la primera, y doble en la segunda, pero ambas erigidas sobre una sobria base de mampostería sin destacada ornamentación, que sí figura en la cúspide, a base de arcos polilobulados, arquillos ciegos y almenas de grada.


Bajando 14 kms hacia el Sur por la EX-344, atravesaremos parte de la Sierra Grande de Hornachos, declarada Zona de Interés Regional, en cuya falda suroccidental se enclava el municipio que le da nombre, conocido popularmente como el pueblo de los moriscos por haberse reunido allí antaño la mayor comunidad que de éstos había en Extremadura, cuna de la mayoría de los alarifes y albañiles que diseñaron y levantaron las obras mudéjares de esta zona de la región. Su parroquia de la Virgen de la Concepción se ofrece como obra cumbre en el arte mudéjar regional, siendo paradójicamente su torre-fachada elevada en el siglo XVII, en un estilo barroco que rescata, sin embargo, directrices de cercanas torres mudéjares. La parada en la localidad nos permitirá, por otro lado, no sólo pasear por las mismas calles que deambularan los moriscos que forjaran la República de Salé, sino también acercarnos a través de la llamada senda moruna, a realizar a pie y de dificultad media, a su castillo árabe, desde cuyas ruinas podremos obtener vistas inmejorables de la población y de la comarca, así como de la Sierra Grande y de las múltiples fuentes que nacen de entre sus valles, alimentando, aún hoy en día y como lo hicieran desde tiempos andalusíes, los huertos y cultivos del lugar, enclavados entre riscos y roquedos que los buitres leonados toman como base donde anidar, sin que falten rapaces, como el águila perdicera, que nos sobrevuelen.

Acercándose el mediodía, dejaremos Tierra de Barros para dirigirnos hasta Zafra, conduciendo para ello por la carretera BA-079 para así atravesar no sólo Hinojosa del Valle, a 14 kms desde Hornachos, y conocer la torre-fachada mudéjar de su parroquia de la Asunción, más sencilla, austera y baja que sus hermanas de comarca, debido esto último a un antiguo terremoto, sino también para circular junto a la presa que sustenta las aguas del río Matachel, donde no faltan aves acuáticas, como las anátidas o las garcillas, que ver nadar o repostar, recorriendo seguidamente amplios campos de suaves colinas cuajadas de olivares y viñedos, que harán recordar al viajero sin envidiar semejantes parajes andaluces más renombrados.


Arriba y abajo:  una de las más esbeltas, altas y conocidas torre-fachada de la región es, sin duda, la que sobresale en la parroquia de Nuestra Señora de la Granada de Llerena (arriba), resultado arquitectónico de la simbiosis entre los estilos gótico, mudéjar y renacentista cuya comunión artística es asimilada también en otros ejemplos comarcales, como puede observarse en la parroquia de Santiago, de Casas de Reina (abajo).



Abajo: en las cercanías de la localidad de Fuente del Arco, fronteriza con la provincia sevillana, se ubica la Ermita de la Virgen del Ara, "Capilla Sixtina extremeña" abierta desde su galería de arcos mudéjares a las estribaciones norteñas de Sierra Morena, en un bello paisaje serrano que cierra la Campiña Sur en su flanco meridional.

  
Tras desembocar en la carretera nacional N-630 y meternos, orientándonos hacia el sur, en la vía N-432 en dirección a Zafra, alcanzaremos la conocida como “Sevilla la Chica” tras conducir 30 kms desde Hinojosa. Zafra no nos puede ofrecer torre-fachada mudéjar, pero sí una interesante muestra de este arte repartido entre las calles de su casco antiguo, sobresaliendo las arcadas de sus plazas Grande y Chica, así como varias ventanas geminadas, frisos de arquillos ciegos y otras ornamentadas portadas, entre las que destacaríamos la de la Casa del Ajimez. Es también un buen lugar donde descansar mientras disfrutamos de la cocina más regional para después, una vez recuperados, continuar la jornada visitando dos localidades muy cercanas a ésta, custodias de dos de las torres-fachada con que cuenta la comarca de Zafra-Río Bodión. Una de ellas será Fuente del Maestre, a 14 kms de Zafra siguiendo el trazado hacia Badajoz de la N-432 y desviándonos por la carretera EX-362. La otra, Puebla de Sancho Pérez, a tan sólo 2 kms, por la vía BA-160, de la capital comarcal. Sendas torres-fachada, de la iglesia de la Candelaria y de la parroquia de Santa Lucía, respectivamente, se ofrecen, al igual que la de Hinojosa, austeras en sus mampuestos cuerpos inferiores, más ornamentadas en sus enladrillada parte superior, donde no faltan, en sendos ejemplos, hiladas de arquillos ciegos coronadas con almenas en grada.

Hay de Zafra a Llerena, viajando por la N-432, 43 kms de distancia que recorreríamos para visitar el último municipio de esta primera jornada, o primero de la segunda si deseamos realizar la ruta en días alternos. Llerena nos espera, como Zafra, repleta de ejemplos mudéjares a descubrir deambulando por sus encaladas calles sureñas, con arcos de ladrillo en el lateral norte de su Plaza de España, y un sinfín de enladrillados dinteles y diversas ventanas geminadas. Sin embargo, sobre el caserío, así dentro del pueblo como en la distancia, sobresale por su grandiosidad métrica y su majestuosidad artística la torre-fachada de su parroquia de Nuestra Señora de la Granada, tesoro monumental y acertada comunión gótica, mudéjar y renacentista, que sorprende al visitante junto a la balconada que desde el templo mira hacia la Plaza Mayor, asientos y mirador del Santo Oficio durante los autos de fe levantados bajo el arte ejecutado por los mismos que más tarde serían vigilados por semejante tribunal.



Arriba y abajo: la torre-fachada de la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Valverde de Llerena (arriba), fue, al parecer, un ensayo previo a la construcción simbiótica en estilos de su hermana llerenense, mientras que en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, de Ahillones (abajo), triunfa fundamentalmente el arte renacentista, sin que por ello dejen de descubrirse influencias mudéjares en lobulados arcos y magistral uso del ladrillo.


  
Casas de Reina, a 6 kms de Llerena, surge junto a la carretera EX-200, a poca distancia del castillo de Reina, auténtica atalaya desde la cual contemplar tanto las ruinas romanas de Regina, como las llanuras cerealísticas que inundan la Campiña Sur en su vertiente norte. Sobre el pueblo, la torre-fachada de su templo de Santiago se presenta, como en Llerena, a modo de simbiosis, con una marcada influencia mudéjar en sus cuerpos inferiores y su portada rematada en perfilado arco conopial bajo alfiz. También híbrida será la torre-fachada de Valverde Llerena, población a la que habrá que llegar pasando antes por Fuente del Arco, que dista 9 kms de Casas de Reina. Es muy recomendable desviarnos en esta población por el camino que conduce hacia la Mina la Jayona, declarada Monumento Natural. Poco antes de alcanzar tal paraje, un sendero acerca al visitante a la Ermita del Ara, a 7 kms del municipio fuentelarqueño, donde una bella arcada mudéjar antecede el acceso a la “Capilla Sixtina extremeña”, en un enclave que legendariamente antaño habitaran el rey Jayón y su hija Erminda, y que hoy se ofrece como joya natural donde disfrutar, entre olivares y dehesas, de un paisaje serrano fronterizo con la vecina Sevilla.

De Fuente del Arco a Valverde de Llerena distan 10 kms, a recorrer bajando las estribaciones de Sierra Morena hacia las llanuras de la Campiña Sur por la carretera BA-149. La torre-fachada de su parroquia de la Inmaculada Concepción fue, al parecer, un ensayo previo a la construcción de su vecina llerenense. Gótico-mudéjar en su parte inferior, con portada y coronamiento renacentistas, recuerda con su ojo de buey en estrella de ocho puntas y sus pilastras redondeadas, otros ejemplos hermanos de Tierra de Barros. No ocurre así con la torre-fachada de Ahillones, a 7 kms de Valverde, unida con ésta por la carretera BA-148. Es el estilo renacentista el que se descubre mayoritariamente en la torre de su iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, sin que sea difícil tampoco adivinar la influencia mudéjar, no sólo por el magistral uso del ladrillo en ella, sino también por el uso de lobulados arcos de herradura abiertos en su campanario.


Arriba y abajo: enclavada al norte de Llerena, Valencia de las Torres conserva la torre-fachada gótico-mudéjar de su parroquia de la Asunción (arriba), a la que podremos llegar tras atravesar los inmensos campos cerealísticos que nutren una gran parte de la Campiña Sur, enmarcados por los horizontes serranos que recortan las siluetas de la Sierra Grande de Hornachos, en las estribaciones norte de la comarca, o la propia Sierra Morena, cerrándola al Sur.


 
Llegados a la carretera nacional N-432, el viajero podrá optar por descansar y degustar las viandas de la comarca y región nuevamente en Llerena, distante 14 kms de Ahillones, para después acercarse a Valencia de las Torres, o continuar el sentido hacia Córdoba y parar en Azuaga, desde cuyo Castillo árabe de Miramontes poder observar la Campiña y las montañas fronterizas de Sierra Morena, o bien visitar la soberbia torre-fachada de su iglesia de la Consolación, que si bien no es mudéjar, se presenta como uno de los más bellos ejemplos del gótico tardío de la región. Valencia de las Torres se ubica al Norte de Llerena, a 22 kms de distancia, alineada con ésta por la vía EX-103. Los campos que la envuelven, llanuras cerealísticas salpicadas de olivares y algún encinar, quedan enmarcadas septentrionalmente por la silueta de la Sierra Grande de Hornachos, no siendo difícil al atravesar estos campos observar la más común fauna ornitológica de la zona, encabezada por la avutarda. La torre-fachada de la iglesia de la Asunción nos recordará a los humildes ejemplos de Hinojosa o de la comarca de Zafra-Rió Bodión, donde una gran mole de mampostería, rota por una ventana apuntada bajo alfiz, y otra geninada, culminará en un cuerpo enladrillado donde una doble fila de vanos comunican el campanario con el exterior.

De Llerena a Azuaga, por la N-432, hay 30 kms de distancia, mientras que de Azuaga a Granja de Torrehermosa, última localidad a visitar en nuestra ruta, distan 11 kms, por similar vía de comunicación. La torre-fachada de su iglesia de la Concepción, declarada Monumento Histórico-Artístico de España, da acertadamente nombre a la población. Del arco apuntado rematado en conopial que conforma su portada delantera, surge toda una enredadera de labor mudéjar sobre diseño gótico, compuesta por una serie de gabletes o cuerpos triangulares sobrepuestos en calles y filas que elevan la mirada hacia el doble campanario que cierra la composición, en tan elevada altura que, sin conocerse aún los motivos que llevaron a erigir un templo de tal grandiosidad en población tan menuda, no permite generar dudas en cuanto a clasificar la obra como una de las magistrales dentro del mudéjar tanto pacense como español.


Arriba: antes de abandonar Extremadura en su frontera con Córdoba, Granja de Torrehermosa ofrece al visitante el porqué de su curiosa nomenclatura, acertada tras observar frente a nosotros la inmensa y extraordinaria mole de la torre-fachada gótico-mudéjar que se eleva altiva al frente de la parroquia de la Concepción, declarada Monumento de interés Histórico-Artístico de España en 1.931.




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